jueves, 4 de junio de 2009

Los aborígenes no comprenden la idea de algo que pueda modificar o alterar su desarrollo, pues él posee el mismo valor que todas aquellas otras partes con las que convive.
Así, paulatinamente los alambrados fueron cerrando el paso para recolectar, cazar y pescar, a la vez que los limitaba en sus tierras, llevando en algunas zonas a la desaparición de las etnias.
En las comunidades aborígenes la distribución de los bienes se diferencia según el grado de parentesco, la edad, el sexo y la distancia que separe a un pariente de otro, pero nadie de la comunidad queda excluido, salvo por situaciones tradicionales sumamente graves; los ancianos son los referentes de consulta permanente en todas las decisiones a tomar.
Las cualidades del líder, o comúnmente conocido como cacique, se convierten en relevantes sólo en la relación del grupo hacia "el afuera". Los grandes líderes de los diferentes pueblos que conocemos fueron siempre guerreros.
Su autoridad se determinaba atendiendo a su capacidad para mantener a salvo a su grupo frente a las amenazas externas, como invasiones de otras tribus, las enfermedades y la falta de alimentos.
Las comunidades aborígenes poseen una gran capacidad para vivir bajo condiciones sobreimpuestas, sin que se produzca una gran pérdida de su identidad, desenvolviéndose de una manera mucho más dinámica de lo que se cree habitualmente.

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